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Gestión de Riesgos
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2/4/2014 3:45:09 PM
Durante muchos años los sucesos adversos, los daños, se consideraban parte de los designios divinos. Los dioses del momento o del lugar castigaban a menudo a los habitantes por sus acciones. Si un barco de pesca se hundía en medio de una tormenta se podía deducir que alguna deidad estaba castigando a los pescadores por acciones propias o ajenas.
El hecho de que los pescadores hubieran decidido salir a pescar bajo un cielo negro y amenazador no se consideraba relevante. Según Peter Bernstein, el gran estudioso del análisis de riesgos, el momento en la historia en el que el ser humano empezó a gestionar los riesgos asociados a sus decisiones, marcó su transformación de hombre de la antigüedad en hombre moderno.
La gestión de riesgos
está completamente asimilada en nuestro día a día, bien de manera consciente, cuando contratamos seguros o cuando salimos de casa con un paraguas, bien de forma inconsciente, cuando nos ocupamos de que las cosas no se nos caigan de las manos, por ejemplo. Esta forma natural y humana de considerar la gestión de riesgos se olvida a menudo al plantear la planificación de un proyecto industrial. Se conocen y preocupan pero en la práctica los riesgos se obvian. Aunque en tiempo reciente se hace especial hincapié en crear y mantener un registro de riesgos para cada proyecto, la gestión que se hace de ellos es prácticamente inexistente. De alguna manera volvemos a confiar en los dioses para que nuestro proyecto tenga éxito. Para empezar, el primer riesgo con el que debemos contar es la pobre capacidad de predecir del ser humano.
Los estudios realizados por el premio nobel
Daniel Kahneman
demuestran que el hombre está tan cargado de subjetividad que es prácticamente incapaz de hacer predicciones de una mínima calidad. Ello implica que, casi con toda seguridad, la planificación inicial estará mal hecha. Es relativamente fácil dibujar barras de Gantt en una gráfica pero sin un adecuado plan de
Gestión de Riesgos
existe una altísima probabilidad de que la planificación no se cumpla y tengamos que redibujar barras durante todo el proyecto. El desarrollo de la ciencia de los riesgos ha llegado de la mano del desarrollo del sector actuarial -las compañías de seguro-, y del sector financiero. De hecho, los análisis de solvencia no son más que un cálculo de probabilidad de pago.
La gestión en estos sectores suele ser de carácter puntual:
se define el riesgo y se realizan los ajustes correspondientes en forma de prima
. La herramienta en la que se basa todo el sistema es el acceso a unas extraordinarias bases de datos que conceden la ventaja del análisis estadístico. En el mercado de seguros se opera con la utilidad del cliente el cual está dispuesto a pagar por evitar el daño de un evento posible. El sistema es muy eficiente e ingenioso. Pongamos por ejemplo el seguro de rotura de lunas del vehículo. La posibilidad estadística de que le rompan a uno el cristal del coche es relativamente pequeña: aproximadamente un 0.008%. Es decir a lo largo de nuestra vida de conductores nos romperán la luna del coche como mucho una vez. Es probable que pasemos todo ese tiempo de conductores pagando una prima para cubrir la posible rotura de cristales que nunca se producirá.
Estadísticamente es mucho
más efectivo no contratar el seguro
y pagar, si llega el caso, por reemplazar la luna tras el incidente, pero ello no nos libra ni del riesgo de que la rotura se repita más de dos o tres veces, ni de la preocupación de que pueda llegar a ocurrir. La solución es asegurarnos para cubrir esa posibilidad o contingencia.
Afortunadamente, a la vista de los datos estadísticos las primas suelen ser bajas: "el asegurado paga por la posibilidad, la compañía cobra por la probabilidad". Los orígenes de la ciencia de los riesgos se remontan al Imperio Romano. Las primeras referencias a un análisis científico sobre los riesgos se sitúan en el entorno de los juegos de azar que practicaban los ociosos nobles romanos. Aunque los dioses griegos se jugaron a los dados el reparto del universo, no pudieron calcular sus probabilidades porque los griegos no conocían los números. Fueron los romanos los que primero aplicaron las matemáticas para asignar probabilidad a cada resultado posible de un juego muy parecido a los dados. Durante los siguientes siglos, algunos filósofos y matemáticos elaboraron interesantes cálculos y métodos para intentar predecir el resultado de juegos y apuestas. Hay que esperar hasta el s. XVIII para encontrar estudios más completos y profundos de los matemáticos franceses.
Fue también a principios de ese mismo siglo cuando el negocio de los seguros empezó a desarrollarse de manera exponencial. Aunque ya en el Código de Hammurabi (S.II A.C.) se recogían nociones sobre algo próximo a un seguro marítimo, el gran desarrollo empezó en un café de Londres propiedad de Edward Lloyd. Allí se gestaban los contratos de transporte naval y a Mr. Lloyd se le ocurrió elaborar unas listas con todo tipo de información relativa al tráfico marítimo, "Lloyd´s List", que constituyeron la base sobre la que los intermediarios de la época empezaron a asegurar cargas y navíos. En nuestros días, además de aseguradores y financieros, los que más se sirven de la estadística y la probabilidad son las casas de apuestas deportivas -
sector que está experimentando un crecimiento espectacular
- y los jugadores profesionales de Póker.
Tal vez la próxima revolución en las técnicas de gestión de empresas y proyectos será la asimilación de las herramientas probabilísticas que utilizan los jugadores de Póker en la gestión de riesgos. Estos también utilizan recursos en un mercado donde otros competidores aspiran a obtener beneficios. Una partida de Póker es una buena metáfora del escenario empresarial. En ella suele ganar aquel que además de conocer su entorno competitivo, maneja con más precisión el análisis probabilístico de los riesgos.
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